La terapia no sólo pretende curar enfermedades; es más bien un método para crear felicidad.

No puede aspirar sólo a curar enfermedades, porque éstas son formas de purificación [del cuerpo y del espíritu]; su finalidad es eliminar las manchas del espíritu. El resultado de erradicar estas manchas es la extinción del sufrimiento humano (enfermedades, pobreza y conflictos).

En relación a esto, suelo enseñar que la enfermedad, la pobreza y el conflicto son procesos purificadores. La enfermedad es lo principal, porque afecta la base misma de la vida. Cuando podamos superarlo, también resolveremos el problema de la pobreza y el conflicto. Por tanto, la base de la felicidad es la eliminación de las manchas espirituales. La terapia es el método más sencillo e infalible para erradicarlos. Por tanto, está claro que no se centra en la enfermedad en sí, sino más bien en sus causas.

Explicando mejor y como ya he escrito en otras ocasiones, el cuerpo material del hombre vive en el Mundo Material, y el espíritu, en el Mundo Espiritual. Por lo tanto, la situación en el Mundo Espiritual influye en el espíritu y se refleja en el cuerpo, de modo que el destino del hombre se origina en el Mundo Espiritual.

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Aquí quiero dejar muy claro que, si bien dicho tratamiento puede fácilmente interpretarse como un acto religioso, ya que sus acciones son similares a las realizadas en el pasado por los fundadores de religiones, mi deseo es que este Tratamiento nunca se transforme en un acción religiosa. Esto se debe a que, cuando se lleva a cabo en términos religiosos, es indudable que la sociedad lo ve como una superstición. Quizás esto suceda porque, hasta ahora, ha habido innumerables personas atormentadas por supersticiones de religiones diabólicas y porque son demasiados los casos de quienes han caído en la infelicidad. Al mismo tiempo, las autoridades, para evitar consecuencias, han llevado a cabo una estricta supervisión. Además, puede haber puntos en los que, aunque los seguidores de todas y cada una de las religiones, sectas y credos estén sufriendo, haya dudas a la hora de recibir atención médica en los casos en los que exista el más mínimo indicio de una relación con una religión”. [No es nuestro caso]

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Y, además, en la hipótesis de que nuestra Terapia –como acabo de decir– fuera una práctica religiosa, estaríamos confesando, en realidad, la debilidad de su poder, ya que los resultados se obtendrían con la ayuda de la autosugestión, representada por el factor fe. No podemos negar que esto también existe, en cierta medida, en la medicina. Por ejemplo: cuando el médico al que vas a acudir tiene un doctorado, es profesor, director de un gran hospital, una autoridad en su materia o tiene una clientela de clases altas, no hace falta mencionar que el paciente... incluso antes de comenzar el tratamiento, le tiene un respeto y una confianza considerables. Por lo tanto, lógicamente, la fuerza de este sentimiento se suma en cierto nivel a los efectos curativos, y no se puede negar que existen puntos en común con la fe religiosa [en el caso de la medicina, como mencionamos anteriormente]. A pesar de esto, en nuestro arte médico, en nuestro tratamiento, no hay necesidad de la ayuda de tal fuerza de pensamiento, ni de que se incorpore a la religión debido a las desventajas mencionadas anteriormente.

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Por eso lo pongo como es, una Ciencia y como tal lo presento al mundo. Esta es, como Ciencia del futuro, la vanguardia de la ciencia, un Arte Médico Universal creado por un Japonés, la Terapia Original Japonesa.

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